572 palabras
No importa lo que diga, todos sabemos que sucederá lo mismo. El formato será el mismo, no habrá ninguna variante. Todos sabemos que el primero de agosto es el día del culto a la personalidad, del acarreo masivo, del derroche de recursos, del culto obligado a la vulgaridad, del imperio del exceso. Debe ser muy fuerte el deseo refrenado por tanto tiempo de saberse importante y poderosa para incurrir en cosas semejantes. Debe haber sido un ferviente anhelo de infancia figurar en los monitores en compañía de artistas, diciendo las mismas banalidades y haciendo gala del mismo humor barato, para llegar a tales extremos.Pobre Yucatán, tenemos una gobernadora que toma malas decisiones al integrar su equipo de colaboradores y por ende, al emprender las tareas de gobierno de un modo más que cuestionable, pues la labor gubernamental no es visible de manera inmediata: las obras, sean pequeñas o de envergadura brillan por su ausencia y lo único que hay es un bombardeo mediático sistemático y continuo que busca resaltar la imagen de la mandataria como una persona diligente, sensible y comprometida.
Pobre Yucatán, constituido en centro de reunión de una serie de artistas de calidad cuestionable como un Juan Gabriel, apoyador interesado de candidatos presidenciales vencidos, un Juan Imperio, aspirante a cacique sindical de anodina trayectoria y Silvia Pinal, decadente diva del cine nacional, protagonista de ventajosos enlaces y progenitora de figuras de cuestionable moralidad.
Pobre Yucatán, resignado a albergar a los más conspicuos integrantes de la cosa nostra priista: Peña Nieto y compañía. La cuestión no es simpatizar o no, sino los métodos utilizados para conseguir los objetivos.
Pobre Yucatán, con un Instituto de Cultura de precarios resultados, resignado a contemplar impávido como se abaratan las manifestaciones por excelencia de nuestro ser regional, incapaz de negarse a convertirse en mayoral del acarreo humano sin mérito artístico alguno, que resignado se limita a murmurar entre dientes su malestar por el derroche irresponsable de sus raquíticos recursos.
Pobre pueblo yucateco, convertido en triste comparsa de lo trillado, de lo manido, de lo esperado, de lo carente de impacto social, que observa cómo se destina a fruslerías aquello que podría remediar tantas necesidades, embrutecido en una orgía de circo pero sin pan, utilizado y reutilizado sistemáticamente según convenga.
Pobre periodismo yucateco carente de dignidad y hombría, relegado a cantar loas a la clase política en el poder o a tener que disimular sus críticas o comentarios ante el temor de perder sus privilegios.
Lo único que ha variado en esta edición es la ubicación del espectáculo.
Por lo visto a Ivonne Ortega no le agrada sudar y el húmedo calor del centro meridano y prefirió el refrescante aire acondicionado de un centro de convenciones habilitado para estas farsas faraónicas por un experto en coreografías tan grandilocuentes como inútiles.
Termina Ivonne de arruinarnos. Dile a Angélica que te ayude lo mejor que pueda. Disfruten su momento de gloria. Ya nos ha de llegar a los ciudadanos el momento de la revancha.
Dios, Patria y Libertad