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La actitud exhibida por un funcionario de la administración municipal en turno, respecto a las críticas formuladas por un grupo de ciudadanos que interactúan en una red social, pero dirigida específicamente contra una mujer, a partir de un lenguaje no solamente agresivo, sino soez, resulta francamente preocupante.
Semejante conducta, merece analizarse por diferentes motivos: en primer lugar por tratarse de un funcionario público, que lo menos que debía de procurar es dirigirse con respeto a la ciudadanía, independientemente de que sus integrantes lo apoyen o critiquen.
En segundo lugar, porque el incidente se suscitó en horario laboral, en el que se supone que el funcionario de marras estaría atendiendo los asuntos propios de su encargo y no dedicado a navegar por la supercarretera de la información, ni a interactuar con sus cuates chismeando sabrosamente en la infinidad de redes sociales en las cuales sería susceptible de tener membresía, habida cuenta del propio respeto que merece su labor y en virtud de la consideración que nos debe a todos los ciudadanos, que somos quienes pagamos su sueldo, con el dinero de nuestros impuestos.
En tercer lugar, porque es notorio que la seriedad y la formalidad propias de la tarea de gobierno, se han extraviado en el actual ayuntamiento de Mérida, institución de la que formó parte alguna vez quien esto escribe y a quien le consta, que para evitar incidentes similares y perdida del tiempo que se debe al quehacer cotidiano, los sitios de internet correspondientes a redes sociales se encontraban restringidos. Por lo visto la mentalidad actual del ayuntamiento en funciones, supone que los cargos públicos implican un periodo de vacaciones a cuenta de los contribuyentes.
En cuarto lugar, porque pone de manifiesto el chambismo que prevalece en las filas del ayuntamiento priista, donde los puestos se otorgan con criterios de amiguismo y clientelismo político, a despecho de tomar en consideración la trayectoria e idoneidad de la persona que eventualmente ocupará cada plaza, merced al conocimiento que se tenga de la tarea a desarrollar. En este caso, es evidente que el desconocimiento es total y absoluto.
En quinto lugar porque se evidencian las fobias y el desajuste emocional característicos del funcionario de marras, que manifiesta una notoria vulgaridad en su trato y la naturaleza auténtica de sus sentimientos respecto de aquellos que por suerte o infortunio incurren en la desgracia de discrepar con sus apreciaciones.
En sexto lugar, porque queda claro que la presunta sensibilidad del ayuntamiento en funciones se restringe únicamente al discurso, toda vez que lo que debía de haber acontecido en las presentes circunstancias, sería un cese fulminante, que fuera aleccionador y pusiera en relieve la vocación de respeto a la diversidad, al mandato popular y a la dignidad humana, que tanto cacarean pero tan poco cumplen los gobiernos priistas.
Por último, porque resulta sumamente grave que a estas alturas del partido, en las que ni siquiera se han calentado los ánimos como consecuencia de la actividad proselitista, ya haya este tipo de consecuencias. Poco tranquilizador resulta esto, toda vez que cuando el ambiente político entre en efervescencia en virtud de los señalamientos, dimes y diretes propios de las campañas en busca de adhesión, será lo peor lo único que podamos los ciudadanos esperar. Todo indica que si la violencia llega a estos niveles en estos momentos de aparente calma en el electorado, cuando deveras entren en juego los grandes intereses, se reprimirá la contumacia de manera brutal y sangrienta.
Si Angélica Araujo y el verdadero poder municipal, Gaspar Quintal saben lo que les conviene, deberían sentar un precedente ejemplar, ofreciendo la cabeza de alguien que se excedió notablemente en el abuso del material institucional a su disposición y que constituye claro ejemplo de lo que nunca en la vida debe hacer un funcionario público: agredir al pueblo, supuestamente su razón de ser.
Dios, Patria y Libertad