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ROMA, Italia, 17 de febrero.- Una siciliana con buena vista consiguió que los médicos se creyeran que padecía una ceguera total. Así logró que la Seguridad Social le asignara una pensión mensual por invalidez, con derecho a una indemnización por acompañante. Durante ocho años se ha embolsado 235,000 euros (308,743 dólares). A.M., de 66 años, de origen palermitano (Sicilia) y residente desde hace 40 años en Pinerolo (Turín), al norte de Italia, llevaba una vida normal: hacía la limpieza de la casa, así como sus compras diarias con paseo desenvuelto por mercados y tiendas, mirando con atención los productos que compraba, sin perder la ocasión para entretenerse a echar un vistazo a los escaparates.
La supuesta invidente fue desenmascarada en pleno window shopping.
Ni siquiera necesitaba gafas. La Guardia de Finanzas ha investigado su situación y filmado sus pasos, descubriendo que tenía seis pisos y una suculenta cuenta corriente. Para que no hubiera duda, la mujer fue inducida a esquivar a un policía de paisano con un carrito de bebé.
En esta época de crisis económica, la lucha contra el fraude y la evasión fiscal es uno de los grandes objetivos del Gobierno de Mario Monti. Se han incrementado de forma espectacular las inspecciones a todos los niveles. Por lo que se refiere a las Seguridad Social, en Italia hay 2.74 millones de personas que cobran una pensión del Estado por invalidez. Pero se calcula que dos de cada 10 gozan de buena salud y fingen una enfermedad para obtener pensión de invalidez. Sólo en el 2009, la Seguridad Social desenmascaró a 30,000 inválidos.
Para luchar contra el fraude y la evasión fiscal, que en Italia parecen un deporte nacional, se están haciendo espectaculares redadas. Se inició esta nueva caza al evasor en la elegante estación de invierno Cortina d'Ampezzo: 80 inspectores de Hacienda investigaron a 251 propietarios de Ferraris y otros autos de alta gama, 42 de ellos declararon cobrar 30,000 euros brutos al año.
Desde finales de enero los agentes italianos están estableciendo puestos de control por distintas calles de barrios lujosos en los que paran a vehículos de alta gama. Los conductores creen al principio que se trata de un control de alcoholemia. Después descubren con sorpresa que los agentes controlan datos del vehículo, que se pasan luego a las autoridades fiscales para comprobar si los propietarios declaran ingresos que estén en consonancia con el lujo del coche y si han pagado la cantidad correcta de impuestos.