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Estamos en el período de "silencio de campañas". Concluyeron las campañas internas. De hecho, solo un partido, el PAN, tuvo verdaderas campañas internas. Los demás partidos usaron el proceso llamado candidatos de unidad, una forma de disfrazar el concepto de dedazo. Nada más que el dedo no es de una sola persona, sino de un consejo de personas. Eso hace que, por lo menos, los grupos internos no se destruyan entre sí —problema muy frecuente entre gente que solo persigue poder por poder mismo.
El PAN —seamos honestos— dio ejemplo de democracia electoral interna a lo largo y ancho del territorio nacional. Escogieron a los candidatos los miembros del partido, según estatutos y según acuerdos. Como hoy no existe ninguna persona pregonando ejemplos nefastos de rechazo al voto popular, los que perdieron le levantaron la mano a los que ganaron. Si en 2006 hubiese sucedido lo mismo, ¡hoy tendríamos otra historia en Yucatán! Tomemos lo que pasó como una oportunidad para aprender. ¿Se darán cuenta todos de cuál fue la lección?
A todos nos gustaría ver campañas que, de verdad, nos ayuden a decidir con solidez de convicción, a quiénes debemos tener como gobernantes y como legisladores. ¿Lo harán? Depende de la participación inteligente pero, sobro todo ética, de los actores involucrados.
Y entre los actores se encuentran incluidos también los escritores de editoriales, sobre todo cuando sus nombres son reconocidos por nuestra comunidad. Deben decir verdades, eso sí. Jamás, un solo medio, debe impedir que verdades indiscutibles sean exhibidas abiertamente. La gente tiene derecho a conocer todo trapo sucio que en un candidato pueda ser señal de que las cosas podrían fallar otra vez.
Los partidos y sus candidatos tienen derecho y obligación de hacer que la gente conozca las realidades indiscutibles, a la sombra de datos duros. El electorado está obligado a buscar la verdad y a descubrir la mentira. Los individuos carentes de ética simple son los que, sabiendo que están votando por el que no debe gobernarnos, lo harán porque así conviene a sus intereses personales. Esto no lo podemos evitar.
Lo que sí podemos evitar es depositar nuestro voto por ese partido que vino a pagar por nuestro voto, comprando nuestra consciencia por unos cuantos minutos. Ya estamos maduros para entender que, ese que pretende pedirnos que votemos por él o ella comprándonos, también venderá la legalidad en su gestión.
Si tienes dudas, pregunta. Exijamos una campaña inteligente, que nos haga mejores electores.