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"La gente tiene miedo en Yucatán", es la expresión que estamos oyendo con más y más frecuencia.
La Carta de Derechos y Deberes de las Naciones Unidas nos da 29 artículos definiendo derechos a favor del individuo. Al final, un solo artículo, el 29, se usa para describir un deber del ser humano:
"Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad"
Ése es el primer párrafo del artículo 29. ¿Nos queda alguna duda? Fueron cientos de hombres y mujeres que se concentraron para pensar y volver a pensar cómo podrían plasmarse los derechos humanos básicos a favor de todo individuo perteneciente a la especie nuestra. Y todos esos entes pensantes encontraron que hay un deber UNIVERSAL en el ser humano: la comunidad.
Debemos entender el concepto de comunidad como ese lugar físico y ese conjunto de personas que en forma conjunta se ocupan del territorio y las necesidades del entorno, para desarrollar libre y plenamente sus personalidades.
Como habitantes de una urbe moderna, los que vivimos en Mérida de Yucatán, hemos olvidado —como sucede realmente en todo el planeta— que la comunidad a la que pertenecemos son nuestros vecinos y los centros de servicio y comercio aledaños. Generalmente nuestras calles están pavimentadas, por debajo fluye el agua potable y por arriba aún pasan cables de telefonía fija, de televisión por cable y de energía eléctrica. La basura que generamos es recogida puntualmente por un servicio que el gobierno de la ciudad ha logrado comprometer —después de intentos fallidos pasados y sin garantía de que no existan otros en el futuro. En algunas partes de la ciudad pasan las barredoras y dejan las calles limpias todas las mañanas. En otras partes esa labor debe ser hecha por los que habitan en la zona.
Damos todos esos servicios por algo "esperable" en forma automática. Es decir, sólo salta a la vista la importancia de cada uno de ellos cuando faltan: un atraso en recoger la basura provoca aspectos deprimentes en nuestras calles; un falla en el suministro de energía eléctrica es cada vez más fatal para la vida regular; es inimaginable el percance que nos ocasionará la falta de agua potable. En tanto que todos esos servicios están funcionando normalmente, se nos olvida que en cualquier momento pueden fallar y entonces, ¿qué?
Entonces nos damos cuenta de que ¡dependemos de miles de otras personas para que nuestras vidas funcionen! En 1989 no había una sola calle en la ciudad de Mérida que no tuviera baches. Lo normal era transitar esquivando baches. Uno llegaba a familiarizarse con la forma de éstos, anticipando las maniobras al conducir. Una lluvia dejaba las calles del centro anegadas por varios días. La recolección de basura dependía del "humor" de los servicios y de la relación lograda con un sindicato o algo similar.
A partir de 1991 las cosas comenzaron a cambiar. Resulta que el dinero sí daba para que las calles no tengan baches. Resulta que fue posible resolver el problema de las lluvias que anegaban el centro. Resulta que sí era factible hacer pagos adecuados al consumo verdadero de la ciudad a la CFE, y no "estimando" alguna cifra. Fue en el sexenio en que Bojórquez Zapata estuvo a cargo del agua potable que el agua comenzó a llegar a los tinacos del segundo piso y dejaron de tener que ser utilizadas las bombas.
Mérida es un gran conglomerado de comunidades. Las llamamos "colonias" pero los colonos no actúan como si vivieran en comunidad, sino, más bien, como si tuvieran un pequeño territorio –sus casas– rodeado de extraños a los cuales por amabilidad y para evitar la rudeza, se les saluda todos los días. Durante 20 años, sin embargo, esas "comunidades" dejaron de tener miedo a su gobierno municipal y acudieron a pedir lo que fuere que se les viniera en gana.
Es deber histórico evitar que la gente comience a sentir miedo dentro de su propia comunidad. Muy pronto vamos a saber si esto fue posible.
Es difícil no tenerle miedo a un grupo político que el poder que toma, lo usa para doblegar, para someter. Forma expedientes falsos y les da valor para amedrentar a los que se rebelan ante la arbitrariedad o la injusticia. Esto no sucedió durante 20 años en Mérida. Los habitantes de Mérida se convirtieron en parte del gobierno de la ciudad. Las "Ventanillas únicas" proliferaron y aunque la ciudad es más grande y tiene más habitantes, todos los trámites son hoy más fáciles de realizar —con menos días entre solicitar algo y recibir una respuesta, aunque ésta sea negativa.
El artículo 29 de la Declaración Universal nos obliga, como seres humanos, a vigilar muy de cerca ese "nuevo gobierno" que parece ya inevitable que regirá la ciudad a partir del 1 de julio de 2010. En 1990, el "Bebo" Herbé Rodríguez Abraham nos decía: "los del PRI sabemos lo que ustedes, los habitantes de Mérida necesitan..." Es decir, don Bebo, paternalmente ofrecía la "sabiduría" del PRI para "protegernos" de nosotros mismos. Veinte años de buen gobierno, obviamente, demostraron que don Herbé estaba equivocado y que sí pudimos sobrevivir —convirtiendo nuestra ciudad en una de las mejores de América Latina— con reconocimientos internacionales en varios aspectos de la vida cotidiana, siendo hoy, la primera en México en servicios de tecnología para el público en general con los parques en línea.
¿Se agotó nuestra capacidad de auto gobernarnos? ¡No, nada qué ver! Llegó de nuevo el sistema del miedo. Y dejamos que hagan las cosas porque nos da miedo ponernos en su camino. ¿Cómo hacer para evitar el miedo? Es hora de comenzar a amedrentar —en buen plan— al amedrentador. Pero uno, solo, no puede. Es un asunto de la comunidad: ésa con la cual tenemos el deber universal de atender.