866 palabras
"Habló demasiado" es el mensaje colocado encima de un cuerpo sincabeza. "Para que aprendan a respetar" dice el letrero pegado a untorso sin brazos. "Te lo merecías" dice la nota dejada al lado de unhombre torturado. En las plazas y en las calles y en los lotes baldíosy ante las puertas de un cuartel del Ejército. En Apatzingán y enZitácuaro y en Morelia y en Tierra Caliente. Muestras de la caligrafíadel crimen, ejemplos de la sintaxis del silenciamiento, señales delsurgimiento de un estado paralelo en Michoacán y microcosmos de lo quetambién ocurre en otros lugares de la República. Esos sitios donde nogobierna el gobierno sino "La Familia"; donde no no se aplica la leysino la regla de "plata o plomo"; donde antes que hablarle a un policíaen busca de protección, la ciudadanía prefiere que un cartel la provea.Ante ello, la futilidad de una guerra mal librada contra un Estadoparalelo, descrita de manera magistral en el artículo reciente deWilliam Finnegan en "The New Yorker".
Historia tras historia de secuestros, extorsiones, torturas,asesinatos, robos, corrupción, desempleo, y el simple temor de salir alas calles. Historia tras historia de lo que significa vivir en unmunicipio asediado, en un estado capturado, bajo el mando de una fuerzaparalela a la del gobierno que se ha convertido —como dice un maestrode Zitácuaro— en "segunda ley". A pesar de los 50,000 soldados en lascarreteras. A pesar de los 20,000 policías federales en las calles. Apesar de los 23,000 muertos debido a la narco-violencia en los últimostres años. Sindicatos criminales como "La Familia" crecen y controlan,deciden y se diversifican. Si alguien necesita cobrar una deuda recurrea ellos. Si alguien necesita protección, se la piden a ellos.
Gracias a los "soldados" que ha logrado formar, a los jóvenes que hapodido reclutar, a la base social que ha logrado forjar. Los campesinosque antes cultivaban melones y ahora siembran mariguana. Losejidatarios que antes exportaban sorgo y ahora transportan cocaína. Lostrabajadores que antes emigraban a Estados Unidos en busca de movilidadsocial y ahora saben que un cartel la asegurará. Los Ni Ni's que niestudian ni trabajan y llenan las filas de un ejército que les paga muybien. "La Familia" no sólo ofrece empleo a quienes lo necesitan.También construye escuelas, organiza fiestas, cobra impuestos,disciplina adolescentes, y regala canchas de básquetbol. Se erige enárbitro de la paz social. Cultiva lealtades y echa raíces. Para susmiles de beneficiarios, la cruzada de Felipe Calderón no es unasalvación sino una agresión.
Según Fernando Gómez Mont, la anuencia social ante los carteles esproducto del "Síndrome Estocolmo": la tendencia de los torturados asentir empatía con sus torturadores, la propensión de los secuestradosa sentir simpatía por sus secuestradores. Pero quizás la aquiescenciarefleja algo más profundo y más difícil de encarar. La transicióndemocrática acaba con la "Pax Mafiosa" que el PRI había pactado con elcrimen organizado. La democracia entraña el fin de viejos acuerdos y elprincipio de nuevas rivalidades entre grupos que el poder central ya noes capaz de controlar. Y por ello surge un vacío que los cartelespueden llenar ante la impotencia y la incapacidad del gobierno, ya seafederal, estatal o municipal. El crimen organizado comienza a suplirlas deficiencias del Estado.
Cuando la población no cree en la policía o en las cortes, loscriminales juegan ese papel. Cuando el Estado no puede ofrecerseguridad o empleo o cobertura médica o rutas para el ascenso social obienes públicos, los carteles empiezan a hacerlo. Como le explica unamichoacana y madre soltera a Finnegan: "Tengo un número al que hablo.Si tengo un problema, si alguien me está amenazando, si alguien estátratando de robar mi carro, sólo les llamo y mandan a un policía. Lapolicía trabaja para ellos (los narcos)". Fernando Gómez Mont argumentaque los criminales están perdiendo "cobertura institucional", cuando yahan logrado poner a las intituciones a su servicio. Es precisamente porello que 59 por ciento de los mexicanos —según una encuesta reciente—no cree que Felipe Calderón vaya ganando la guerra que hace tres añosdeclaró.
Ganarla requeriría, como lo ha subrayado Edgardo Buscaglia del ITAM,una guerra menos centrada en la aprehensión de los cabecillas y más enla incautación de sus bienes. Requeriría una guerra menos enfocada amatar capos y más a mermar sus finanzas. Requeriría no sólo el combatemilitar, sino también una estrategia financiera para para confiscarcuentas y combatir frontalmente la corrupción en las cortes y en laspresidencias municipales y en las gubernaturas y en cada pasillo delpoder. Si no, por cada criminal aprehendido, habrá un criminalliberado. Por cada líder extraditado, habrá otro que lo reemplace. Porcada narcotraficante capturado, habrá otro entre los millones dedesempleados en el país que lo sustituirá. Y México continuará siendoun lugar donde si no entregas la plata, alguien te disparará el plomo.—México, Distrito Federal.