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El pasado 23 de mayo se transmitió el capítulo final de la serie televisiva "Lost". La historia de los sobrevivientes de un accidente aéreo que llegan a una misteriosa isla no pudo resolver la innumerable cantidad de preguntas que durante seis temporadas saturaron las pantallas, y aniquilaron cualquier posibilidad de entendimiento narrativo. La polémica no se ha hecho esperar y varios fanáticos que siguieron con atención la teleserie ahora se han convertido en sus feroces detractores. La opinión más frecuente en blogs y comunidades como Facebook y Twitter es que el último episodio es decepcionante, demasiado abierto y con más dudas que respuestas. No me asombra lo ocurrido con "Perdidos", sólo confirma que los guionistas no tenían una línea narrativa clara que definiera desde un inicio el desenlace de su atropellado relato. Syd Field dice que para escribir una historia hay que empezar con el final y luego ir desarrollando la trama en sentido inverso. Se recomiendan tener primero la conclusión antes de crear a los personajes, de tal manera la psicología de los mismos justificará las acciones necesarias para que lleguen a la consumación deseada. Estas reglas de la escritura fueron menospreciadas por Damon Lindelof y Carlton Cuse, creadores de la serie, y su inexcusable resultado salta a la vista. Una vez concluida puede verse que no se sabía cómo resolverla.La historia parece construida a través de una desordenada lluvia de ideas y no por una estructura argumental. Personajes importantes en la primera temporada, como Walter, desaparecieron de la mente de los escritores. La muerte de los bebés que eran concebidos en la isla y las madres que los procreaban también es un tema que de buenas a primeras se desvaneció. El programa navegó como barco sin brújula por tramas como el electromagnetismo, viajes en el tiempo, teletransportaciones, realidades paralelas y asuntos metafísicos. Todo para finalmente concluir en una explicación burda que no contaré para no arruinar el factor sorpresa de aquellos que aún tienen interés en ver el final de este disparate.
En sus últimos capítulos se excluye incluso a la misteriosa Iniciativa Dharma. Personajes que parecían piezas claves para descifrar los secretos de la isla se van al baúl de los recuerdos, tales como el Doctor Alvar Hanso, Eloise Hawking y su hijo Daniel. Hasta Charles Widmore, que un capítulo previo al desenlace conservaba una posición primordial en el relato, sale de escena de manera intempestiva.
Quizá el peor error del serial es el uso excesivo de subtramas, que funcionan bien —al menos durante las primeras dos temporadas— para generar intriga dramática; pero el abuso de las mismas condujo a sus realizadores a un callejón sin salida. Era recomendable responderle ciertas dudas al espectador, aún que con las respuestas se formaran nuevas interrogantes. Lejos de avanzar, la historia llevaba tiempo atorada en un mar de cuestionamientos que ahogaron su poca claridad. Era obvio que el milagro que salvaría "Lost" no iba a ocurrir.
La debacle registrada en los niveles de audiencia es entendible desde esa perspectiva. Hubo muchos televidentes que se emocionaron con la primera temporada e iniciaron con expectativa la segunda, pero cuando vieron que nada se resolvía y el argumento tomaba extraños giros decidieron tirar la toalla y cambiar de canal. La caída en el raiting en la tercera emisión obligó a los productores a una reestructuración, reduciendo el número de capítulos por temporada: de 23 que tuvo la tercera, pasaron a 14 en la cuarta, para luego tener apenas un ligero despunte de 17 y 18 capítulos en sus últimos dos ciclos respectivamente.
¿Se debieron resolver todas las dudas? No necesariamente. Si bien la complejidad de dejar misterios en el aire pudo enriquecer mucho el guión, se cayó en el error de dejar la mayoría de las premisas abiertas. Además cada episodio fue sumando a la trama principal más y más elementos, sin resolver antes los anteriores. "Lost" se sepultó en sus propias fluctuaciones.
Ha habido grandes series en la historia de la televisión con finales abiertos tales como "Twin Peaks" de David Lynch, "Riget" de Lars Von Trier, o en la animación japonesa la laureada "Neo Genesis Evangelion". La diferencia de estas joyas es que en ellas sí se percibe una idea narrativa que desarrolla gradualmente a un desenlace que, aunque deja dudas, tiene un sentido concluyente que invita al espectador a pensar y armar en su cabeza su propio rompecabezas.
Una cosa es hacer partícipe al espectador y otra muy distinta es marearlo en un desvarío sin control con una historia sin pies ni cabeza para luego pedirle que enmiende la maraña que se ha creado. Solo con leer por internet las últimas declaraciones de los autores de "Lost" se enfatiza que estaban tan perdidos como sus personajes. "Somos conscientes de que el público quería saber cosas, pero al final nada será tan gratificante para ellos como la resolución de sus personajes. La mitología nunca sería tan gratificante". "Hay muchas preguntas, pero los seguidores sólo deberían hacerse dos: '¿Qué sentido tiene todo esto?' y '¿Cuál es el motivo por el que he visto este programa durante seis años?'"
Habría que decirles a Lindelof y Cuse que esas dos preguntas sí tienen respuesta:
1. El sentido de "Lost" es el marketing mediático que la convirtió en una serie de culto, dejándole un lugar en la historia por sus altos niveles de audiencia, fanatismo y ahora polémica.
2. El motivo por el que la vimos durante seis años es porque la idea base era eficaz, atractiva y logró engancharnos lo suficiente. Pero una idea que no se desarrolla con inteligencia termina convirtiéndose en una experiencia decepcionante. Algunos espectadores se dieron cuenta pronto, otros a medio camino y algunos más ingenuos —en los cuales me incluyo— seguimos en el juego con la confianza que un día podrían zafarse de su propio embrollo. "Al final se entenderá", esa esperanza nos hacía seguir.
Seguro habrá opiniones encontradas pero tendremos que esperar que el tiempo acomode las cosas, ya sea dándole la razón a quienes terminamos decepcionados, o demostrándonos que fuimos incapaces de apreciar una obra maestra. Ese es el mayor enigma que nos deja esta serie. Y usted, ¿cuál cree que será la respuesta?