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Hoy en día es común ocuparnos de la salud del cuerpo. Cultivar la salud del organismo es muy importante: hacer ejercicio y comer una dieta sana y balanceada es nuestra responsabiliad para mantener la salud corporal. El peso y complexión son temas de gran actualidad y en general existe una constante preocupación por conservar una buena figura. Un sinfín de productos se anuncian por doquier para atender la imagen corporal. Si hablamos de la salud emocional, encontraremos una gran variedad de herramientas que nos enseñan a manejar nuestras emociones y a relacionarnos sanamente con las personas que nos rodean. En Espacio Interior hemos hablado ya de la importancia del manejo de las emociones y cómo, en oriente y en occidente, se utilizan diferentes enfoques para controlarlas: en occidente, usan fármacos que dominan la influencia de las emociones; en oriente, ejercitando su observación y haciéndose consciente de ellas. Todos estos métodos para preservar la salud del cuerpo físico y emocional son necesarios. Pero ¿qué se hace hoy en día por la salud de nuestro espíritu?
Como ya hemos visto, el cuerpo, la mente y las emociones constituyen los elementos del Ser pero no son el Ser. Nuestra Identidad Real está más allá de las partes: no somos el cuerpo, no somos la mente y tampoco somos nuestras emociones. El yo, el Ser, lo hemos llamado el alma, el espíritu. ¿Qué podemos decir de la salud de nuestro espíritu? ¿En qué estado se encuentra el núcleo, la esencia del corazón humano?
Para respondernos estas preguntas miremos por un minuto el mundo actual. Podemos visualizar que los seres humanos hemos perdido algo y estamos en una severa crisis existencial: crisis de valores, crisis en la naturaleza, crisis en las religiones y en las iglesias, crisis económica. La lista podría seguir y seguir. ¿Qué le pasó al mundo? ¿En dónde quedaron los ideales y valores humanos para construir un mundo de paz y armonía? ¿En dónde está el amor y la compasión? ¿Qué ha pasado con la virtud? La historia es la misma en cualquier lado: algo hicimos mal y perdimos el poder de nosotros mimos, el poder del alma.
Definitivamente nuestro espíritu está enfermo y requiere de algún medicamento. Necesita curarse del ego, de la ambición y superficialidad, de la materialidad de la vida. Debemos regresar a nuestra esencia para curar nuestro espíritu. Es momento de ir al interior y buscar dentro de nosotros mismos. ¿Cómo accedemos a lo profundo de nuestro ser? Hay una respuesta: la puerta de entrada a la intimidad con nosotros mismos es el silencio. La ausencia de sonido permite silencio exterior. Al prestar atención al silencio externo, vamos abriendo la puerta al silencio interno, a la quietud de los sentidos, a la tranquilidad de la mente, al espacio silencioso entre pensamiento y pensamiento. El silencio interno es el alimento de nuestra espiritualidad, es el sustento de nuestra esencia, es el socio que nos acompaña en el trayencto a la Paz Interior.
No bebemos dejar que el ruido y las actividades sensoriales hagan caer la escalera de nuestra atención interna porque no podremos escuchar las pisadas de Dios que viene al templo de nuestro cuerpo. Paramahansa Yogananda
Solamente en el silencio, el alma puede escuchar a la Divinidad. San Juan de la Cruz
Shakti
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