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No seamos fabricantes de excusas si queremos ser grandes
La reciente jornada electoral fue pródiga en sucesos de infausta memoria, que la sociedad yucateca se verá forzada a recordar de nuevo, dada la nueva conformación de la geografía política en el estado. Pero más allá de las prácticas viciadas acontecidas en los comicios, se impone la reflexión y el análisis respecto de lo ocurrido. Todo proceso electoral se compone de dos etapas a saber: la campaña política y el día de la jornada electiva. En la primera, los candidatos dan a conocer sus propuestas y entablan contacto directo con la ciudadanía, intentando infundirle la convicción de que son la opción correcta para satisfacer sus necesidades. En la segunda, los electores con derecho a voto, sufragan y se llevan a cabo todos los procesos que la logística requiere para contabilizar el apoyo popular que recibe cada fórmula inscrita para contender y poder declarar un triunfador.Es un hecho que Acción Nacional inició su participación en la contienda con una desventaja notoria, de entre treinta y cinco y cuarenta puntos dicen los entendidos, distancia que fue remontando hasta hacerla polvo. Las evidencias son palpables: la respuesta popular y las cifras obtenidas, lo avalan. De tal suerte, podemos afirmar que Beatriz Zavala ganó la campaña. Superó notoriamente a Angélica Araujo, no solamente por poseer mejores planteamientos, sino también por su don de gente, su desempeño y su operación territorial. No hay vuelta de hoja. El PAN fue indiscutible y arrollador vencedor de la campaña.
Ya todos sabemos que sucedió el día de la jornada: retornaron a escena viejos usos perversos, el desempeño del árbitro fue descaradamente parcial, la policía protegió mapaches e intimidó a los votantes, prevaleció la dádiva para comprar conciencias y lo peor, la traición cumplió su inmundo cometido.
Es menester detenerse, con todo, en dos aspectos torales: primero, en lo lamentable de la actitud de algunos militantes, que echaron al caño su prosapia, su calidad de panistas de vientre, los principios y teorías aprendidos, los ejemplos recibidos; en fin, la herencia obtenida de sus antecesores. Asimismo, hubo también otros, militantes sin alcurnia, que evidenciaron la oscuridad de su linaje, su mala sangre, al dedicarse a operar a favor del contrario, transformándose en personeros a su servicio. Merecen sin distinción, unos y otros, el baldón de la historia y la expulsión ignominiosa de la institución que hasta ahora les había dado cobijo. Será esa labor de las instancias partidistas correspondientes. Démosles tiempo. Ojalá estos seres sin moral, sin dignidad y sin conciencia, tuvieran quien les pudiera dar una severa reprimenda en público, como en algún tiempo se estiló hacer en memoria de alguno de los próceres de antaño, vilipendiado ignominiosamente por los actos de su progenie en esta elección. Pero punto y aparte de lo consignado con antelación, hay una realidad incontrovertible: Acción Nacional perdió la jornada, más que por las cifras adjudicadas a cada contendiente, por sus errores y fallas.
Con todo, lo medular de este revés se engloba en el día de la votación: muchísimos representantes de casilla abandonaron sus posiciones antes de tiempo, incentivados por el soborno ofrecido por corruptos lacayos de la autocracia, como ejemplo podemos citar la ausencia de cuarenta en el tercer distrito, de diecisiete en el primero, seis en el quinto y así por el estilo. La estrategia también fue cohechar a representantes generales que prostituyeron su ideario por unas monedas, pero más allá de las fallas en la estructura electoral, que debe de ser una maquinaria perfectamente aceitada y exenta de fallos, es hondamente preocupante observar el altísimo índice de abstención que prevaleció y que fue el verdadero causante del resultado adverso, pues es bien sabido que cuando la gente acude copiosamente a las urnas, no hay trapacerías que sean susceptibles de trastocar la voluntad reflejada en los votos. El índice de abstencionismo, debe llevar al panismo al análisis de las tácticas de motivación hacia el electorado, los procesos de elección de candidato y el manejo mediático, elementos que en conjunto pueden constituir la diferencia en una competencia de índole similar.
Concluyendo: tras conocer los resultados del cochinero que fue la elección para alcalde de Mérida, no cabe duda en absoluto (al menos para cualquier analista imparcial) que Beatriz Zavala ganó la alcaldía por un margen cercano a los dos puntos de ventaja pero las malas artes, la participación de representantes venales, el abstencionismo y el desgaste natural generados durante veinte años de ejercicio del poder, influyeron en lo ocurrido. Queda al Partido de Acción Nacional, pese a todo, la satisfacción de haber presentado una muy gallarda oposición a las aspiraciones de la imposición y haberlos hecho verdaderamente sudar sangre para conseguir sus inicuos designios. Ojalá en el seno del blanquiazul prevalezca la serenidad para la exégesis de los sucedidos y el pragmatismo político, tanto para integrar sus fórmulas en lo sucesivo, como para poder contar con estrategias más depuradas en lo concerniente a los aspectos territorial, de movilización, financiamiento y de operación política. Es tiempo de recoger a los caídos y comenzar a planificar la próxima batalla. No hay lugar para lamentaciones. ¡A trabajar!
Dios, Patria y Libertad