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George Bernard Shaw
En la vida, asumir las consecuencias de nuestros actos u omisiones, es señal de madurez y responsabilidad. Saber enfrentar los resultados de cuanto hemos hecho o dejado de hacer, demuestra hasta que grado puede una persona ser digna de crédito o confianza. En contrapartida, culpar a la suerte, a las circunstancias o al prójimo de nuestros desatinos o los desaguisados ocurridos, es síntoma indiscutible de ausencia de sentido común y buen criterio. Elementos que no se adquieren en cualquier botica, sino que son resultado de la experiencia con que nos dota el cotidiano acontecer. Es de tal suerte, que tratando de ser asertivos, podemos tildar de irresponsable e inmadura la actitud asumida por la titular del ejecutivo estatal, que para no variar, se quejó de carecer de dinero para cumplir con las obligaciones que entraña encabezar un gobierno, aduciendo que la federación no ha cumplido con proporcionarle las ministraciones presupuestales requeridas por su administración para su buena marcha.Al respecto, podemos decir (suponiendo sin conceder, fueran las cosas como asevera el ejecutivo) que es consecuencia sine qua non, de nuestra condición de estado subsidiado, dependiente económicamente de las aportaciones de carácter federal, merced al sistemático pillaje que nuestra entidad ha sufrido de parte de regímenes priistas, que en vez de detonar el desarrollo, han hecho cuanto ha estado a su alcance para propiciar el atraso, no cumpliendo con sus obligaciones gubernamentales de alentar la actividad empresarial e incumpliendo con los quehaceres inmanentes al sector público y para colmo de males y además de lo anterior, ignorando olímpicamente las propuestas realizadas por otras instancias simplemente en virtud de provenir de personas o instituciones desafectas al sistema. Lo anterior, intentando contemplar los acontecimientos con una óptica benévola en extremo.
Si fuéramos malpensados, maliciosos o malintencionados, podríamos concluir que la titular del ejecutivo hace poco honor a la verdad, toda vez que los titulares de las diferentes delegaciones federales presentes en el estado, han proporcionado cifras que contradicen esa afirmación y que ponen de manifiesto, que si alguien ha dejado de cumplir con las aportaciones previstas presupuestalmente, es el gobierno del estado. Incluso podríamos pecar de perversos conjeturando que el gobierno estatal carece de fondos, debido a haberlos utilizado de manera clientelar en el cochinero, perdón quise decir proceso electoral, recientemente concluido.
En todo caso, resulta más que evidente que al ejecutivo estatal se le hace muchísimo más sencillo, recurrir al burdo expediente de echar la culpa al prójimo de sus errores u omisiones, cosa que pone en relieve su escaso margen de credibilidad y su ineficiencia. Existe, a mayor abundamiento, nula convicción social en las acciones de la actual administración estatal. Tan es así, que por eso la economía del estado se derrumba estrepitosamente en todos sus rubros, al negarse el sector privado a invertir. Las cifras y estadísticas proporcionadas por diferentes organizaciones no gubernamentales y privadas no pueden contradecirse.
Lo que mal empieza, mal acaba. Mejores resultados arrojaría para el gobierno estatal reconocer con humildad las equivocaciones cometidas y dar un golpe de timón buscando enmendarlas. Semejante supuesto es por desgracia poco probable, en el marco de soberbia que rodea las decisiones emanadas en la actualidad. Así pues, inevitablemente se avizora en lontananza un cataclismo político para la autonombrada nueva mayoría, cuando la población se canse de un régimen de imagen y mercadotecnia e inexistente capacidad de operación para cumplir los compromisos adquiridos con los habitantes de Yucatán y la realidad concluya imponiéndose inexorablemente. Es solo cuestión de tiempo y éste ya está por terminarse...
Dios, Patria y Libertad