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Que el gobierno del estado declare públicamente que el gobierno federal "no le paga a tiempo sus partidas" es ya el colmo del cinismo y la desfachatez, amén de ser una profunda burla al ciudadano. Por fortuna, todo ciudadano deseoso de investigar la verdad puede hacerlo a través de los sistemas de transparencia, a su alcance en Internet, para todas y cada una de las acciones del gobierno federal.
Una superficial investigación nos muestra que las transferencias de fondos del gobierno federal al gobierno estatal yucateco, no sólo han sido hechas a tiempo, sino que han sido por montos superiores a los estimados previamente.
En forma por demás demagógica, del gobierno del estado yucateco se han hecho declaraciones en el sentido de ahorrar en gastos una cantidad que, además de rayar en lo ridículo, habría sido cubierta más de 4 veces sólo con los excedentes sobre las participaciones federales estimadas contra las realmente pagadas.
Quizás los del federal sean ineptos para informar eficientemente lo que realmente hacen; quizás sean ineptos para delinquir usando fondos públicos a favor de su partido político. En todo eso, los que gobiernan Yucatán hoy, son expertos. Por decencia, habrían de abstenerse de tal grado de cinismo y falsedad con el ciudadano medio, haciéndole creer algo que es completamente falso.
Lo que debería ser es diferente: muchos ciudadanos estaríamos de acuerdo en que, de verdad, el gobierno federal dejara de entregar participaciones a los gobiernos estatales con acusaciones muy concretas de usar sus presupuestos a favor de su partido político.
La administración municipal de Mérida, que entrega este 30 de junio, está obligada a hacer un recorrido, con la prensa, de todas las dependencias municipales, mostrar el estado en que las deja, los activos útiles con que las entrega, las obras realizadas hasta los últimos días, las certificaciones ISO con que ya cuenta, los puntos en los que el gobierno de Mérida es ejemplo a nivel nacional e internacional, llevando de testigos a representantes de los demás poderes del estado.
Lo que va a suceder —a menos que en forma decente se haga lo que debería hacerse con los resultados electorales del 16 de mayo de 2010— no es cualquier cosa. Se entrega a otro grupo político el gobierno de una ciudad que durante 20 años fue ejemplo de decencia administrativa municipal en todos los rubros que ésta abarca. Entrar a Mérida —contaban conductores de transportes públicos foráneos— se sentía como entrar a otro tipo de ciudad, como si se estuviera en otro país, más desarrollado, más limpio, más confiable.
El grupo político que recibe la ciudad es experto en la manipulación informativa y busca golpes mediáticos, sin importar que éstos sean producidos en base a calumnias. ¿Nos van a demostrar que "ya no son así"? Sería una buena noticia. Pero por algo habrá de ser que los últimos en administrar el gobierno de Mérida con la filosofía de la transparencia y la rendición de cuentas, sin simulaciones, sienten temor a su integridad. Saben ellos que podría ser que deban enfrentarse a procesos en los que se verán en la obligación de defenderse, con la consciencia plenamente clara de que en todo momento actuaron para jamás tener que llegar a esa situación.
Porque ante la embestida de los mentirosos y calumniadores, ¡de nada sirven las cuentas claras! Todo lo transforman en mentira, tergiversando la realidad para hacer que las cosas parezcan lo que ellos le quieren hacer creer al ciudadano ingenuo.
Por eso, hoy, este país vive una profunda confusión, desperdiciando, en vez de aprovechar, un proceso de cambio que se ha efectuado en las entrañas del aparato de gobierno federal en todos los niveles. Siempre habrá más por hacer, pero la distancia recorrida —totalmente ajena a la consciencia de quien debe conocerla y apoyarla— es digna de reconocimiento a nivel mundial.
Las victorias electoreras del grupo político mexicano enemigo de la transparencia, promotor del corporativismo social —en vez de la responsabilidad individual ante la comunidad— son producto de esa confusión que buscaron en todo momento, a todos los niveles, haciendo uso intenso de la nota pagada o "chayote" o "maiceada" o de los abundantes tontos útiles —los que creen que se ven bravos si atacan al gobierno así, nada más porque sí— o de los nada tontos bien pagados.
Por parecidos que sean, unos y otros son, a final de cuentas, estructuralmente muy diferentes. Pero si eso no lo saben los ciudadanos, México sólo podrá disfrutar las victorias efímeras de su equipo de fútbol.