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El presidente de México decide cumplir con la petición constante de la sociedad: combatir la inseguridad. A partir de diciembre de 2006, quienes participan en la toma de decisiones con el presidente Felipe Calderón, evalúan una situación tan difícil que requiere la intervención del Ejército y La Armada.
No fue necesario que pasara mucho tiempo para que la decisión se politizara.
La decisión de atacar las fuerzas del crimen no era suficiente. Desde luego que no. No podríamos afirmar eso y pensar que alguien nos hiciera caso.
El crimen organizado en torno a la producción y distribución de narcóticos dispone en el mundo entero de unos US$500 mil millones de dólares. Es equivalente a la hoy muy fuerte reserva mexicana multiplicada por 5. Es un estado mundial sin fronteras y con una gran fuerza económica. Buscan convertirse en los ejes centrales de una nación, en este caso, de México, para estar en posición de operar a nivel internacional con facilidad.
Es obvio que México no es un país que pueda en 2006 contar con los instrumentos institucionales adecuados para combatir a ese “Estado Mundial”, que se esconde en los rincones del interior de las montañas y selvas, pero que extiende sus tentáculos a cada cárcel, municipio, procuraduría, ministerio público u órgano de gobierno de cualquier nivel, incluyendo al sistema jurídico. Después de casi 4 años de lucha, las cosas no parecen estar llegando a su fin.
Durante el tiempo de la lucha se han decomisado un millón de armas de todos los calibres, incluyendo granadas de diferentes tipos. Para que esa cantidad de armamento pueda lograrse, las pandillas del crimen organizado deben disponer de una gran potencia económica aunada a liquidez financiera.
¿Están cooperando las instituciones bancarias? Los bancos son entidades muy delicadas en su funcionamiento. Por un lado tienen la encomienda de salvaguardar los bienes monetarios de millones de personas. Pero, además, deben conocer a los que colocan dinero en las cuentas. Si han logrado transferir grandes cantidades a cuentas fuera de México —o bien, recibir— es porque han confiado en los que han hecho los movimientos. Pero, ¿sabemos realmente que los ejecutivos bancarios son gente con los que el crimen organizado no ha tenido que hacer arreglos? Por lo menos hasta antes de haber logrado que la información de movimientos importantes en cuentas bancarias sea del conocimiento de la autoridad como la PGR, eran los ejecutivos de cuenta los responsables de que el dinero depositado —efectivo o por transferencias o cheques— no levantar sospechas o no generara sospechas para que la autoridad investigara.
Definitivamente, 1 millón de armas requiere pagos millonarios. Los vendedores de los instrumentos de la muerte deben haberse visto obligados a recibir efectivo. Deben guardar grandes cantidades de billetes en baúles o sótanos. Ésa es la única forma de entender que el funcionamiento del sistema narco pueda seguir funcionando.
Los grandes consumidores de los narcóticos no están en México. Claro, como los productores de cigarros alguna vez lo hicieron, los promotores de los narcóticos generadores de adicciones están buscando la manera de hacer más y más adictos dentro del territorio nacional. Hay una gran cantidad de droga producida que no puede pasar a los Estados Unidos como alguna vez se hizo. Entonces esta droga tiene que colocarse en el mercado local, lo cual significa, generar grandes cantidades de adictos mexicanos.
Se reporta que la droga en los Estados Unidos —año 2010— está escasa y la poca que hay, impura y cara. Debe ser el resultado del combate frontal que se está haciendo de los narcos en México. Esto no había sido así en años. Del detalle, desde luego, la prensa no habla en México: sólo se toca en forma insistente “la falta de estrategia”.
La gran demanda del producto continúa siendo asunto de los Estados Unidos. Allí está el poder adquisitivo y la estructura global que permite que continúe siendo cara, o sea, atractiva para producir y distribuir.
Ese verbo, aplicado a México, significa hacer un trato con equipo humano y material que proporcione los Estados Unidos, incluyendo una forma de cooperación integrada a las fuerzas mexicanas, como El Ejército y La Armada. Se trata de aplicar la más alta tecnología disponible hoy en el mundo para localizar escondites, detectar campos de entrenamiento, cargamentos de armamento y, en alguna forma, parar en seco la posibilidad de corrupción de mandos medios o bajos.
La acción es una que requerirá silenciar los argumentos de la “integridad” nacional. Es necesario hacer callar esas voces que dirán que trabajar en conjunto con equipo humano norteamericano es perder independencia. Hoy se trata de ganar independencia de esos grupos criminales que están a punto de tocar el corazón de la nación mexicana.
¿Por qué no? Lo que no es posible es que los grupos criminales insistan, mediante la fuerza, el chantaje, la extorsión, el secuestro y las masacres que “o se hace lo que ellos piden o seguirán las matanzas”. El crimen organizado debe ceder, debe acabarse. Cuando eso suceda, entonces se estudiará libremente el trato a la droga. Si se legaliza la tolerancia del uso —con la consecuente autorización de la sociedad a que los que así lo deseen, pueden convertirse en idiotas— de las drogas, muchas otras libertades individuales nada dañinas deberán ser también revisadas, sobre todo lo relacionado con la procuración personal o acompañada del placer sexual, sin que alguien pueda juzgar u obstaculizar una decisión tomada entre adultos: la prostitución y el permiso abierto para el adulterio y la promiscuidad generalizada. ¿Por qué sí se les dará permiso a los individuos de disfrutar el proceso de convertirse en idiotas pero se les continuará negando la libertad de procurarse saludable placer sexual en donde y como quiera que lo consiga, siempre y cuando no perjudique a terceros?
El Distrito Federal es gobernado por el PRD. En ese estado, ese partido político tiene la fuerza que le da el apoyo popular. Desde que son gobierno han promovido leyes que, evidentemente sólo favorecen a unos cuantos —700 u 800 personas en una nación de 118 millones— que se ven favorecidos por el derecho que ahora tienen de ser llamados “cónyuges” aunque sean del mismo género. No estamos aquí poniendo en duda la total libertad que cada ser humano tiene de procurarse la solución sexual que le dé la gana.
Lo que sí afirmamos es que esa izquierda del PRD abusó de la fuerza que le entregó el electorado y decidió en su asamblea cosas que el electorado sencillamente no aprueba. 64% de los mexicanos no están de acuerdo con los matrimonio gay y más o menos un porcentaje semejante tampoco está de acuerdo con la posibilidad de adopción de “tutores adoptivos”, homosexuales o lesbianas casados. Sin embargo, para el PRD ése fue el tema “más importante”, o, por lo menos, el que hizo ver a nivel nacional de lo que es capaz una minoría intelectual apoyada por una minoría que parece no entender lo que sus votos pueden autorizar.
Fidel Castro solía decir: la revolución cubana es como una sandía, roja por dentro y verde por fuera.