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La tecnología que el humano ha desarrollado se puede dividir en 2 partes: 1) los instrumentos físicos y 2) la cultura.
Para las ciencias antropológicas y sociológicas, las religiones son tecnología cultural. La ciencia —como cúmulo de conocimientos logrado a lo largo de muchos años— también es tecnología cultural. Sin embargo, estas dos tecnologías culturales tienen grandes diferencias básicamente por los métodos usados para llegar a sus conclusiones.
Los métodos científicos son tales que el conocimiento que anuncian puede ser corroborado por cualquier persona que use los mismos instrumentos y métodos que su descubridor. Los conocimientos de las religiones están basados en revelaciones, profecías, experiencias místicas personales, o sea, mecanismos que no pueden ser corroborados o medidos por nadie más que quien tiene la experiencia, la revelación o el sueño de la profecía.
Las “verdades” científicas se basan en descubrimientos que sirven de sustento a paradigmas válidos en tanto no surgen otros descubrimientos que amplían el inicial o provocan un cambio de paradigma. Son verdades corroborables por personas que hagan uso de los mismos métodos e instrumentos para llegar a ellas.
Las “verdades” religiosas son asuntos de fe. Normalmente se transmiten en un alto grado de emotividad, apelando a la consciencia del individuo. Llevan intrínseco el mensaje de que un ser superior a todos los visibles con los instrumentos naturales o extendidos, le transfiere un mensaje a un humano especial —por sus virtudes, bondades o valores— mismo que viene con el encargo de llevarlo a todos los demás seres humanos.
Durante los últimos 1000 años algunas religiones se convirtieron en instituciones humanas de tipo político autoritario. Otras religiones sólo fueron incentivos para provocar conductas buenas en los miembros de las comunidades. En Roma va tomando forma durante 1500 años la institución de la Iglesia Católica Romana. En Inglaterra, la nobleza hereda la dirección de la Iglesia Anglicana, que se forma básicamente porque un monarca —Enrique VIII— se niega a acatar la orden de la Iglesia Romana de no divorciarse. Los ritos de ambas instituciones son muy parecidos. Probablemente las creencias sean también muy parecidas. Sin embargo, la Iglesia Anglicana ahora admite la ordenación sacerdotal de mujeres, cosa expresamente calificada de aberrante por la Iglesia Católica Romana.
En el Distrito Federal, capital del país mexicano, un partido político, el PRD, ha conquistado a las clases medias de esa gran urbe. Hoy representa el partido favorito de más de la mitad de los capitalinos. El PRD es un partido de los llamados de izquierda. Tradicionalmente estos partidos son los favoritos de las personas de pensamiento más progresista en todos los países del mundo. Generalmente las personas progresistas basan sus convicciones en conocimientos sustentados a través del método científico y no del método religioso.
La legalización de las uniones conyugales homosexuales es una extensión de la tendencia al respeto irrestricto de los derechos del individuo. Es un derecho humano básico más, que debe ser reconocido por todas las naciones y todos los gobiernos. Si una sociedad aprueba la existencia de uniones conyugales homosexuales, por extensión habrá de aprobar que las parejas homosexuales tengan derecho a adoptar personas que serían reconocidas como hijos. Si la pareja homosexual es masculina, no es opcional adoptar para criar lo que sería su descendencia. Si la pareja homosexual es femenina, ambas podrán encontrar donantes de semilla, embarazarse y dar a luz a sus críos, mismos que ahora podrán ser registrados como hijos de las dos mujeres miembros de la unión conyugal.
Las personas de preferencia homosexual siempre han querido ser reconocidas y respetadas públicamente como tales. No así las personas con el problema de la identidad de sexo opuesto, que han buscado silenciosamente ser operados para convertirse en personas del sexo opuesto al que nacieron.
Todos estos asuntos que tienen que ver con la preferencia sexual del individuo han sido tradicionalmente delicados para las religiones. Por razones complejas —pero aparentemente relacionadas con la necesidad de identificar al progenitor de la prole— todas las religiones toleran la actividad sexual por ser necesaria para la reproducción. Pero tolerar no es lo mismo que promover, aprobar, respetar, desarrollar o reconocer como actividad placentera. De hecho, como tal, como actividad placentera, se llama lujuria y es considerada, dentro de la Iglesia Católica Romana como un pecado capital. La tónica es: El sexo es para reproducirse, no para disfrutar. La modernización institucional religiosa ha “soltado” sutilmente la idea de que dentro del matrimonio, pues, “está bien, que se diviertan ¡pero sólo allí!”
Las uniones conyugales homosexuales buscan directamente desarrollar su sexualidad como la base de una convivencia placentera que no usará el sexo para la reproducción, sino, precisamente, como la forma de placer sexual que a los homosexuales les atrae. Para la gran mayoría de las creencias religiosas, la homosexualidad es una forma descarada de practicar sexo sólo para el placer que dicha práctica proporciona y no para lograr la reproducción de los participantes.
La religión católica romana —lo mismo que muchas otras religiones cristianas, lo mismo que la religión musulmana— no podría ser tolerante con la actividad homosexual dado que se trata de una búsqueda de eventos en que los participantes actúan para procurarse placer sexual. Es una forma de permisividad que encaja dentro de lo que se define como lujuria.
¿Se opone el conocimiento científico en alguna forma a las revelaciones religiosas con respecto al tema del sexo? Es decir, ¿qué nos dicen los estudios elaborados con el riguroso método científico con respecto al sexo? Las religiones —casi todas ellas— promueven el valor del celibato como algo intrínsecamente bueno, bien visto por los que dictan los libros sagrados. Las sectas más modernas —incluso algunas originadas en la India en pleno siglo 20— pregonan que la sexualidad eventualmente llegará a su fin, porque la reproducción se hará por otros métodos. Entre los valores que promueven está el del celibato, que es la abstención total de cualquier actividad sexual. El practicar o no el celibato —afirman— puede ser la diferencia entre estar o no preparado para lo que vendrá en 2012.
Las conclusiones de múltiples estudios sobre la sexualidad —hechos con observaciones y estadísticas rigurosamente acordes con el método científico— entre otras cosas afirman que las personas sexualmente saludables son aquellas que desarrollan su vida sexual libremente, sin complejos, sin represión ideológica, sin prejuicios o actitudes de condenación o sub valoración cultural, solos o con parejas de igual o diferente sexo. Los traumas sexuales son, en su gran mayoría, producto de la sanción implícita o explícita aplicada al individuo en su ambiente cultural: familia, escuela, amistades, religión.
Don Marcelo Ebrard —mexicano que merece mi más profundo respeto a raíz de su reconocimiento público, no únicamente de que es católico sino de que está dispuesto a solicitar ante la Santa Sede la revisión de cualquier intento de excomunión— no merecía la acusación de ser pagador de mordidas a miembros del poder judicial máximo de la nación. El jerarca católico romano jugó con la especulación política —tal cual lo hacen diferentes medios de comunicación para lanzar historias falsas— haciendo uso de la “libertad de expresión”, misma que ahora, según nuestras leyes, puede ser objeto de demanda si el nombrado se considera dañado moralmente en base a un dato falso, como todo apunta a que sería el caso de Don Marcelo.
No es realista suponer que alguna institución religiosa alguna vez apoyaría algo que tenga que ver con el simple derecho a la procuración de placer sexual, que es lo que son las uniones conyugales homosexuales. Sí, en cambio, promueven gran evento en torno a las uniones conyugales heterosexuales porque, entre los participantes sí se permite la actividad sexual pero sólo porque dicha actividad puede tener el fin de la procreación y no sólo el del placer. No basta con promover la sexualidad responsable. Recordemos que —según las verdades reveladas— la vida es un valle de lágrimas y hay que evitar todo lo que alivie las lágrimas en el valle. La sexualidad es un placer demasiado intenso y tiene el peligro de disminuir las lágrimas en el valle; por lo tanto, es mejor promover la abstención máxima posible.
¿Es ésa una “fórmula” agradable para la vida? Algo en nuestra tecnología cultural raya en lo patológico. Algún día reaccionaremos como individuos unidos y no como masa revuelta. Entonces diseñaremos un cultura de libertad dentro de un valle en que la única humedad será la del rocío matinal y la de la lluvia de la vida. Será muy agradable vivir en ese mundo. ¡Nos vemos allá!