824 palabras
A los 79 años, Jacques Chirac se convirtió inesperadamente ayer en el segundo ex presidente de Francia (1995-2007) en ser condenado por la Justicia a dos años de libertad condicional. El primero fue el mariscal Philippe Pétain, en 1945. A pesar de las maniobras judiciales de dilación y de los esfuerzos denodados del presidente Nicolas Sarkozy, la sentencia dictada al ex mandatario galo corresponde a un caso de empleos ficticios a principio de los años ’90, cuando se desempeñaba como alcalde de París. Se lo acusa de haber desviado dinero público a su Partido Agrupación para la República (RPR, sus siglas en francés) para financiar su llegada a la presidencia entre 1990 y 1995.
Jacques Chirac no apelará la sentencia. En la imagen, de principios de año, con su esposa Bernadette, Chirac recibió a Paris Match en casa de unos amigos, en ocasión de la publicación de su segundo libro de memorias, “El tiempo presidencial”. | Foto Hubert Fanthomme.
El veredicto de los tres jueces constituyó una derrota para la fiscalía estatal francesa, que bajo la presión del presidente Sarkozy hizo lo imposible para lograr la absolución de Chirac. La fiscalía estaba incluso en desacuerdo en comenzar con la investigación, que se inició ante la insistencia de dos magistrados independientes. La mujer de Chirac, Bernadette, y sus antiguos colaboradores estaban determinados a eludir el juicio, convencidos de que ese proceso mancharía para siempre su legado. La reacción pública y política a la condena fue mixta. Chirac es enormemente popular en Francia, aun más que cuando estaba en funciones, con un 70 por ciento de aprobación en la opinión pública.
Por Twitter algunos sugerían que la sentencia había llegado demasiado tarde para surtir efecto. Otros hablaban sobre la persecución a un hombre enfermo de Alzheimer. También afloraron temores de que el veredicto socave la confianza de la sociedad en los políticos franceses, en un momento en que varios casos de corrupción amenazan con salir a la superficie.
Otra gente se congratuló por un sistema judicial que resistió intensas presiones oficiales y que logró castigar al ex presidente, aun con una sentencia en suspenso. La Corte lo consideró el principal organizador y beneficiario de una red de trabajos falsos en la alcaldía de París que propulsó la influencia de su ahora inactivo partido de centroderecha. Los jueces sugirieron que los puestos falsos fueron la punta del iceberg de un complejo sistema de desvío de fondos públicos para financiar la llegada de Chirac al poder.
Sarkozy asumió el poder en 2007 como una alternativa antiChirac con más carisma y menos hostilidad a la influencia norteamericana. Luego de cuatro años de liderazgo frenético de Sarkozy, muchos en Francia miran con añoranza los años de Chirac. No logró mucho, pero al menos tuvo el buen gesto de oponerse a la guerra de Irak en 2003. Sin embargo, los más memoriosos recuerdan otro Chirac. Uno cínico, calculador, y un político feroz cuando era necesario.
Los altibajos en la carrera de Chirac comenzaron desde temprano. De joven era un militante de izquierda antes de pasar casi un año en los Estados Unidos. Trabajó de barman y chofer en Boston, antes de regresar a Francia y convertirse brevemente en militante de derecha. Luego volvió a mutar y se convirtió en joven ministro degaullista que intervino en las negociaciones para finalizar con la revuelta de los estudiantes y los trabajadores en Mayo del ’68. Algunos dicen que mantenía reuniones secretas con líderes sindicales con un revólver en el bolsillo.
Tras la muerte del general Charles de Gaulle, Chirac traicionó a sus correligionarios por apoyar al candidato antigaullista de centroderecha, Valéry Giscard d'Estaing, en las elecciones presidenciales de 1974. Se convirtió en su primer ministro pero luego defeccionó para formar su propio partido neogaullista. Su campaña como nacionalista francés euroescéptico contra Giscard en 1981 polarizó la derecha y ayudó al desembarco del socialista François Mitterrand al poder.
Finalmente, en 1995, Chirac alcanzó el Palacio Elíseo luego de vencer una rebelión de dos de sus acólitos más cercanos: el primer ministro Edouard Balladur y su ministro de Presupuesto, Nicolas Sarkozy. En sus doce años en el Palacio Elíseo, las investigaciones judiciales de la financiación de su partido fueron congeladas. Como presidente logró poco. Pero elaboró una ingeniería constitucional para lograr su inmunidad ante cualquier proceso judicial. De ahí en gran parte la tardanza de la sentencia de ayer.