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No fue una sorpresa enterarnos de que al acudir los diputados panistas a constatar el avance del museo que según el gobierno del estado se construye en Yaxcabá, se encontraran con un páramo carente de cualquier tipo de estructura o de indicio alguno que hiciera presumir que ahí se fuera a albergar en algún futuro remoto, cosa alguna.
Lo que hiela la sangre, es percatarse que nuestras autoridades y sus funcionarios, mienten sin recato alguno, por sistema, que producirse con falsedad no les acarrea ningún rubor y que recurren a semejante expediente, si consideran que tienen necesidad de él.
Nada bueno podemos esperar de un gobierno mentiroso. Nada bueno aguarda a nuestro pueblo cuando sus autoridades en vez de atender sus necesidades más urgentes, optan por privilegiar el figurado, las apariencias y el espectáculo, realizando actividades de promoción de eventos, que no están incluidas en la naturaleza de sus funciones.
Ninguna expectativa positiva puede aportar un régimen que despoja de recursos al renglón de la asistencia social, sea en sus vertientes educativa, de seguridad, de salud o infraestructura, para dilapidarlo irresponsablemente en cuestiones pasajeras e intrascendentes. Sin estar de acuerdo con ellos, son preferibles los programitas clientelares que reparten indiscriminada y desordenadamente zapatos y cobertores, que al menos conceden a nuestros ciudadanos más necesitados unas migajas, que alivian al menos momentáneamente, su condición.
Nada bueno podemos esperar de una mandataria que con pésima calidad histriónica ríe, llora o juega, según sea lo que le señalen en el libreto, que piensa en que hacer o decir para beneficiarse electoralmente, pero que ha demostrado hasta la saciedad que no trabaja y que lo poco que hace, lo hace muy mal.
Nada bueno podemos esperar de un ayuntamiento que en vez de cumplir con los ofrecimientos realizados en campaña, se concreta a dar prestado dinero a los cuates y que hace mutis cuando se trata de resolver los constantes problemas del transporte, las promesas incumplidas a los estudiantes o lo afirmado en materia de erradicación de la pobreza extrema y mucho menos cuando su ilegítima cabeza se considera con condiciones para pretender aspirar a la primera magistratura estatal.
Nada bueno podemos esperar de un poder legislativo emasculado y sometido por completo a los dicterios del ejecutivo, poder del que por definición debía constituirse en contrapeso. Mucho menos de unos diputados que se dedican al ligue y la pachanga y a los que tienen completamente sin cuidado los problemas que aquejan a aquellos a los que se atrevieron a confiarles su voto.
Nada bueno podemos esperar de otros suspirantes, enquistados en el legislativo federal, que por un lado proclaman defender la legalidad a rajatabla, pero por otro se encargan de cooptar a los integrantes de diferentes instancias de gobierno para favorecer sus objetivos personales, mucho menos cuando se trata de alguien que no tiene ni la más remota idea de lo que significa la competencia equitativa y democrática, razón por la que disimuladamente se encargó de eliminar a sus oponentes.
Nada bueno podemos esperar de unas autoridades ansiosas por secuestrar todos los organismos de la sociedad civil que sea posible, en aras de aparentar un supuesto acompañamiento social y una presunta aquiescencia a sus determinaciones.
Nada bueno podemos esperar de un gobierno que infiltra el organismo electoral y se encarga de copar sus áreas con incondicionales dispuestos a cometer las ilegalidades e indignidades que sean necesarias, con tal de satisfacer las expectativas de sus jefes.
Nada bueno podemos esperar de un régimen que criminaliza la disidencia y que utiliza la policía para reprimir y perseguir a sus opositores.
Nada bueno podemos aguardar de aquellos que por sistema mienten, falsean, simulan, derrochan, desvían y realizan cualquier cantidad de actos reñidos con el decoro y hasta con la legalidad. La única alternativa viable y posible es relevarlos, despedirlos, echarlos del poder al que nunca debieron llegar, porque han defraudado la confianza del pueblo y seguirán haciéndolo hasta el último día en que puedan hacerlo. El momento de decir ya basta ha llegado, es la hora en que la sociedad debe de actuar para defenderse a sí misma, rechazando al mal gobierno. La ciudadanía tiene la palabra.
Dios, Patria y Libertad